9/04/2006

16 de Agosto. Cold day in Hell

Cuando me levanté, como todos los días, me asomé a la ventana para ver qué tiempo hacía… perdón, para ver cuánto llovía. La visión de varios congéneres en manga corta y unos rayos de sol me decidieron a salir de la misma guisa: primer error de la mañana. Mientras me pelaba de frío en la parada de autobús pensé que en la oficina, resguardado, estaría calentín: cagada número dos.
Justo cuando empecé a entrar en calor, a la hora del ¿almuerzo?, tuve que salir de la compañía para atender una importante llamada de teléfono. No sé si fue a causa del frío o de mi dormitabundo estado mental, también conocido como “el estar apollardao”, pero las cosas no fueron todo lo bien que yo hubiera deseado, y creo que ésa fue la primera entrevista de la que no voy a salir victorioso. Alguna vez tenía que llegar ese momento, por supuesto, y además justo en el mejor trabajo que me habían ofrecido hasta ahora, como predijo cierto hijo de perra en sus leyes. Pero bueno, tampoco fue algo catastrófico, así que ahora toca esperar acontecimientos.
Mientras notaba como reventaba uno de mis pezones por el camino, volví a mi gélida oficina, donde, como siempre, habitaban insanos seres en pantalón corto, chanclas y camisetas de algodón. Como se puede comprobar fácilmente, aún estoy lejos de ser el híbrido humano-inglés al que aspiro ser si no quiero convertirme en un carámbano invernal. Y es que aquí no tengo quien me caliente la cama.

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